viernes, abril 11

BIBLIOTECA NACIONAL MARIANO MORENO

Inaugurada por la Primera Junta el 13 de septiembre de 1810, la Biblioteca Nacional transitó por distintas sedes hasta el 10 de abril de 1992, cuando se inauguró el edificio de estilo brutalista que hoy ocupa.  La primera de estas sedes fue el Cabildo de Buenos Aires, un tiempo más tarde la Manzana de las Luces,  luego un bellísimo edificio situado en la calle México al 500 y, desde hace treinta años, se erige en la calle Agüero 2502 del barrio de Recoleta.

Un edificio diseñado a la medida de su descomunal colección de libros, que comenzó a gestarse en 1958, cuando Jorge Luis Borges, por entonces su director, elevó al Ejecutivo Nacional un pedido de ampliación ya que el espacio de México 564 quedaba chico a la inconmensurable colección de libros. Fue entonces cuando se puso en marcha la búsqueda de un terreno donde construir una sede nueva y surgió una propuesta de algunas manzanas en la Ciudad Universitaria, que se iba a erigir entre el actual predio de la Televisión Pública y la Facultad de Derecho, donde hoy está la Floralis Genérica del arquitecto Eduardo Catalano.

Pero la iniciativa no prosperó y le correspondió al presidente Arturo Frondizi aceptar la sugerencia de un terreno por demás emblemático: el espacio donde había estado emplazado el palacio Álzaga Unzué, elegido por Juan Domingo Perón como residencia presidencial, lugar donde falleciera Eva en 1951 y demolido en 1955 por la Revolución Libertadora.

Para poner en marcha el proyecto se realizó un concurso del que participaron estudios internacionales, pero resultó ganadora la propuesta de los arquitectos Clorindo Testa, Francisco Bullrich y Alicia Cazzaniga, quienes obtuvieron el primer premio en junio de 1961. Para armar el pliego se consultó a especialistas, entre ellos el mismo Borges, quien reseñó las condiciones ideales que debía tener un edificio para guardar libros.

El diseño, pergeñado por el equipo comandado por Testa, tiene seis plantas, es de hormigón armado, con estilo brutalista, de moda en la década del ´50, e intenta conservar el atractivo de la barranca hacia la avenida Del Libertador y permitir el crecimiento del edificio para albergar nuevos libros. Este estilo monumentalista pretendía que cualquier extranjero que pasase por la avenida tuviese que detenerse para preguntarse qué sucedía en ese edificio.

Esa espectacularidad que buscaba el proyecto llegó con la elección del «brutalismo» como estilo arquitectónico, una tendencia que surgió del Movimiento Moderno y tuvo su auge entre las décadas de 1950 y 1970. Estuvo inspirado en el trabajo del arquitecto suizo Le Corbusier. Su nombre deriva de la expresión francesa béton brut, que quiere decir hormigón crudo, por el uso preponderante de ese material.

Sin embargo, la construcción se demoró tres décadas por la muerte de la arquitecta Cazzaniga, el desinterés de los gobiernos militares y la hiperinflación de la época alfonsinista que generaba la multiplicación de los costos y la obsolescencia de cualquier presupuesto. El 13 de septiembre de 1971 se colocó la piedra fundamental y durante las excavaciones de los cimientos se encontraron restos de un gliptodonte, que hoy están en el Museo de Ciencias Naturales de Parque Centenario. Desde entonces, Testa comenzó a asimilar el edificio con el animal prehistórico y a hablar de las vigas o las columnas de la “panza” o la “rodilla”.

El nuevo edificio se inauguró el 10 de abril de 1992, pero después de esa fecha se fueron habilitando las plantas superiores y en 1996 algunos de ellos fueron sede de las reuniones de la Convención constituyente que elaboró la Constitución para la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.  Según describen los planos y las maquetas actualizadas de la Biblioteca, cuenta con tres subsuelos, en la planta baja se encuentran la hemeroteca y la sala de publicaciones antiguas, y en su cubierta está la plaza pública que se conecta con las áreas verdes a su alrededor. En el primer piso hay una sala de exposiciones, un auditorio, la oficina de dirección y una cafetería. En el segundo, hay áreas administrativas, mientras que en el tercer piso se encuentran la audioteca, la fototeca y la mediateca y lo más valioso: la Sala del Tesoro con los incunables y una sala de exposición de cuadros. El cuarto alberga manuscritos históricos y materiales inéditos y los depósitos de las salas del tercero, a los que los materiales llegan a través de montacargas. La sala principal de lectura está en el quinto, mientras que en el sexto hay una sala de lectura libre para quienes llegan con sus propios libros y ahí se encuentran los materiales de referencia. A lo largo del año, la biblioteca organiza muestras y espectáculos culturales, además de ofrecer recorridos guiados.

En algunas de las plantas de la sede de la institución se encuentra el material que no está compuesto solo por volúmenes en papel: unos 900.000 libros, 55.000 revistas y diarios, 30.000 fotografías y 1.500 negativos, 12.000 mapas, 300.000 partituras, 70.000 grabaciones de audio y 5.000 registros audiovisuales.

En la sala del Tesoro, a la que solo acceden investigadores autorizados con guantes para no dañar ninguna de las piezas, están los incunables, es decir, previos al siglo XVI: “La ciudad de Dios” y “Los sermones” de San Agustín, dos versiones de “La Divina Comedia” de fines del 1400, una página de la Biblia que imprimió Gutenberg y un libro de menor valor histórico pero de más valor sentimental: el cuaderno manuscrito en el que Julio Cortázar escribió “Rayuela”.

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