Periodista, docente y editor, Sebastián Lacunza (Buenos Aires, 1972) escribió para medios como Le Monde Diplomatique, elDiarioAR, Página/12 y The Washington Post, trabajó durante trece años en la redacción del diario Ámbito Financiero y después del cierre del Buenos Aires Herald se publicaron dos libros suyos que pueden establecer un diálogo: «Pensar el periodismo» y el reciente «El testigo inglés. Luces y sombras del Buenos Aires Herald» (1876-2017).
En el primero reúne testimonios de editores de medios argentinos como Hugo Alconada Mon, Luis Bruschtein, Julio Blanck, Gustavo Cirelli, María Seoane y Carlos Guyot para pensar en el periodismo desde las redacciones y en el que se publicó este año se anima a complejizar la historia del medio en el que trabajó y tuvo responsabilidades editoriales.
Actualmente corresponsal de la agencia estadounidense REDD y de Reporteros Sin Fronteras, Lacunza recibió a Télam en su casa de Caballito y habló acerca de esa etapa como director: reconoce que hoy estaría menos pendiente de otras miradas, por ejemplo de la de Robert Cox, el mítico exdirector del periódico con el que tiene una relación de discusión profesional y afecto personal, y dice que los medios tradicionales tienen el desafío de «no ignorar los nuevos territorios digitales, tomar las nuevas formas de circulación de información pero sin imitarlas».
¿Cómo recordás esos primeros años al frente del diario?
Hubo una voluntad de hacer un diario liberal de centroizquierda plural no gorila y hubo un objetivo de que se preservaran las voces más conservadoras en las que los lectores históricos se reconocieran. Hoy en día percibo la dificultad de llevar adelante un proyecto por el estilo. Por el ecosistema de medios argentino y porque quizás habría que haber ido en forma más pausada. Firmé un convenio con la universidad del CEMA y también sumé a columnistas nacionales y populares y a lo mejor habría que llegar a ese objetivo pero no por la vía del empate de los columnistas. Sobre la repercusión y responsabilidad de ser director, te lleva por delante. A los días que empecé, se murió Videla entonces hicimos un número contundente, ahora Cox escribió y comparó a Videla con Cristina. Días más tarde se cumplieron los 10 años de la asunción de Néstor Kirchner y nosotros hicimos ediciones con la columna de James Neilson que decía la década perdida. Pese a esas cosas, a ese empate que yo buscaba, a Cox le pareció un diario kirchnerista. Ese fue un primer enojo. Después dijo que era el mejor diario de la historia. Iba y volvía. Hoy estaría menos pendiente de todos y de Cox.
¿Cómo ves el escenario del periodismo en este momento?
Hay partes que creo haber vivido en una microhistoria por anticipado. La historia del Herald es micro por la cantidad de páginas, la redacción, por la tirada, todo pequeño, chiquito pero veo que se repite la historia en cuanto a las dificultades de los medios, en cuanto a lidiar con las crisis de los lectores y las nuevas tecnologías. Creo que en más de un sentido los medios estaban siendo procíclicos en cuanto a acelerar la crisis. Hay cierto deterioro que acelera el proceso de salida de las audiencias hacia nuevos formatos. Sobre eso: los medios tradicionales, de los que fui, soy y seré consumidor y trabajador, tienen como tarea no ignorar los nuevos territorios digitales, tomar las nuevas formas de circulación de información pero sin imitarlas. El riesgo es la tendencia a la imitación de la historia o el vivo de Instagram, y ser una especie de hermano patético.
Foto/fuente: Télam