«Este año, la Navidad me encuentra en un estado de introspección profunda, rodeado de un ambiente sombrío que parece permanecer en mi alma», dice Eladio González Rodríguez, fundador del Primer Museo Suramericano de Buenos Aires «Comandante Ernesto Che Guevara», situado en la calle Rojas esquina Yerbal del barrio de Caballito. Este jubilado de 82 años manifiesta haber sido testigo de las transformaciones y las degradaciones de Argentina a lo largo de la mayor parte de su vida. «Nunca imaginé que llegaría a ver cómo mi país elegía a un presidente que muchos consideran desquiciado y vendido a intereses ajenos», asegura, al tiempo que opina que el periodismo argentino «ha decidido que el dolor de otros no merece ser contado, por eso inundan con historias de un país en crisis, siempre desde un enfoque que no incomode a quienes están en el poder».
«A los jubilados se nos han quitado las subvenciones de medicamentos, lo cual se ha vuelto una condena para muchos como yo, que vivimos con limitaciones. La inflación aumenta cada semana, mientras las tarifas de luz, gas, agua y otros servicios y bienes básicos se disparan, dejando a muchos de nosotros al borde de la desesperación. La imagen de nuestros compatriotas protestando todos los miércoles frente a la Cámara de Diputados es desgarradora. Rodeados por la amenaza de la fuerza pública, marchan en busca de voz y de dignidad, enfrentando un estado que ha decidido ocultar las verdaderas caras de la pobreza», asegura Eladio, que opina que el cambio social que se vislumbra en nuestro país se extiende a las atrocidades que tiñen nuestro día a día. «Desde violaciones horrendas a los derechos básicos hasta la criminalización de aquellos que alzan la voz contra el sistema. La situación es tan alarmante que los deportistas comunican su descontento mediante huelgas, mientras que la oposición de izquierda es tildada de ‘terroristas sindicales'».
«Son tiempos donde quien se atreve a defender la verdad es tratado como un enemigo», asegura Eladio, preocupado por el constante doble discurso que maneja el poder de turno, tanto desde la esfera política como económica. «Miro con preocupación el auge del juego en línea y la adicción que se ha apoderado de nuestros jóvenes, que se ven atrapados por la falsa ilusión de ganar dinero rápido», dice y denuncia que, mientras el Gobierno debate leyes sobre la ludopatía, omite analizar que el verdadero problema radica en un sistema que promueve el juego en lugar de la educación. «Los carteles publicitarios que invitan a jugar proliferan en cada esquina, alimentando una vorágine de suposiciones y sueños quebrados», asevera.
«La Navidad, por lo tanto, se ha convertido para mí en un momento de reflexión personal, un momento en que sólo puedo recordar los días pasados con añoranza. Las luces y decoraciones que adornan las calles contrastan con la oscuridad que siento en mi corazón. La Argentina que conocí, ese lugar lleno de esperanza y sueños por construir, ha sido reemplazada por una sociedad que se fragmenta día a día», sentencia y augura un futuro sombrío. Sin embargo, desde su ser, cree que los verdaderos valores de nuestra patria algún día volverán a renacer.