martes, abril 1

MIÉRCOLES DE JUBILAD@S

En el comunicado de esta semana, la Mesa Coordinadora Nacional de Organizaciones de Jubild@s y Pensionad@s reflexiona sobre la lucha que viene desarrollando este sector de la población en un contexto de represión y violencia institucional.   

«No hay que pedirle peras al olmo», sentencia el escrito, invocando este dicho popular para hacer referencia a los dichos y las acciones que lleva a cabo el Gobierno nacional a través del presidente, ministros y funcionarios. «¿Podemos pedirles que gobiernen para el pueblo trabajador a estos empleados sumisos del poder económico? Obvio que no», asegura.

La violencia institucional se confunde con un guion preescrito en el cual los protagonistas, en su mayoría, son aquellos que han escogido vivir atemorizando y reprimiendo. El miércoles 12 de marzo, ante la feroz represión que se desató en las inmediaciones del Congreso de la Nación, donde jubilados, en su legítimo derecho a protestar, fueron objeto de ataques indiscriminados, la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, representante de múltiples corrientes políticas que se dicen de progreso, se atrevió a desviar la atención hacia el fotógrafo Pablo Grillo, quien, en su intento de capturar la brutalidad del momento, se convirtió en el blanco de una acusación temeraria. Que un gendarme lance una cápsula de gas lacrimógeno hacia su cabeza, poniendo su vida en peligro, fue minimizado en un intento burdo por demonizar al enemigo de turno, a la vez que deslegitimó las razones de los ciudadanos para manifestarse.

En este contexto, amplía el comunicado, «la violencia institucional se manifiesta como un patrón preestablecido en el que predominan aquellos que optan por aterrorizar y reprimir a la sociedad». Esta definición se hizo manifiesta el miércoles 12 de marzo en las inmediaciones del Congreso de la Nación, cuando jubilad@s, ejerciendo su legítimo derecho a protestar, sufrieron una represión brutal de parte de las fuerzas de seguridad. Ante esta situación y con el objetivo de eludir responsabilidades, la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, optó por estigmatizar al fotógrafo Pablo Grillo, quien, al momento que documentaba la represión, recibió el impacto de un cartucho de gas lacrimógeno en la cabeza que puso en peligro su vida. El ataque a Grillo de parte de un oficial de gendarmería fue minimizado por la funcionaria. Este acto refleja el intento de deslegitimar los reclamos de quienes se manifestaban pacíficamente.

No es la primera vez que se suceden estos eventos en la cuidadosa elaboración de un discurso que reclama orden a expensas de la dignidad humana. Guillermo Francos, político camaleónico que ha navegado en diversas aguas ideológicas, agregó su cuota de absurdidad al sostener que la convocatoria de los adultos mayores, un grupo generalmente pacífico y golpeado por la crisis, era en realidad un intento de golpe de Estado. Esta absurda retórica es una muestra más de cómo los que sostienen el poder intentan descalificar las justas demandas de la población, en especial los sectores más vulnerables.

El presidente Javier Milei, rodeado por los que se benefician del agronegocio, se hizo eco de estas disparatadas acusaciones. Prometió continuar con una política de persecución y castigo a la clase trabajadora, sustentando así su base narrativa en el temor y el desprecio hacia los sectores populares. Lo cierto es que la repetición cíclica de estos patrones de violencia y represión pone en riesgo el sistema democrático. «La historia se repite, y parece que quienes han decidido ser los capitanes de este barco desolador han olvidado que la historia siempre tiene una forma de revertirse».

La enseñanza más valiosa que podemos extraer de esta sombría realidad es la necesidad urgente de respuesta ante la violencia del régimen. A medida que se desmantelan derechos adquiridos y se despoja a los trabajadores de lo poco que les queda, la lucha se torna esencial. La necesidad de construir una alternativa política se hace, por ende, urgente y necesaria. Una alternativa que no sólo busque frenar el embate de estas políticas regresivas, sino que también aspire a generar propuestas efectivas que construyan una sociedad más justa, equitativa y democrática.

Desde las plazas y calles se levantan lemas y exigencias muy claras: “¡FUERA BULLRICH!”, “¡FUERA MILEI!”, “¡CONTINUIDAD DE LA MORATORIA PREVISIONAL!”, “¡MEDICAMENTOS AL 100%!”, “¡AUMENTO DE EMERGENCIA YA CON HABER MÍNIMO IGUAL A LA CANASTA CALCULADA POR LA DEFENSORÍA DE LA TERCERA EDAD DE CABA Y PROPORCIONAL PARA EL RESTO DE LA ESCALA!”. Estas voces no son ecos vacíos. Son gritos de resistencia que merecen atención y acción.

El camino por delante no será fácil; sin embargo, en cada rincón de nuestro país, los trabajadores y jubilados esperan que se escuchen sus voces. La historia nos enseña que la reacción frente a la opresión es inevitable y, en este sentido, el futuro depende de la unión y de la acción colectiva. La fuerza de una sociedad organizada puede derribar muros de represión y construir puentes hacia un horizonte donde la justicia social no sea sólo un anhelo, sino una realidad concreta y tangible. Y aunque el olmo no dé peras, el pueblo sabrá sembrar nuevas semillas de esperanza.

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