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En el comunicado de esta semana, la Mesa Coordinadora Nacional de Organizaciones de Jubilad@s y Pensionad@s analiza la contrariedad entre las agoreras expectativas de bonanza voceadas desde el Gobierno nacional y la real crisis del presente de nuestro país.
«En el agitado escenario económico de la Argentina contemporánea, el Gobierno se siente inmerso en la tarea de generar un clima de optimismo en la población», comienza diciendo el documento, que añade: «La narrativa oficial pinta un horizonte prometedor, un futuro supuestamente colmado de bonanza, en el que la prosperidad individual e histórica traerá consigo la felicidad colectiva. Sin embargo, esta visión parece chocar de frente con la realidad del día a día de millones de compatriotas, quienes observan cómo su capacidad de consumo se reduce de manera alarmante, mientras los discursos estatales se asemejan más a una contienda deportiva que a una crítica reflexión sobre las condiciones sociales».
En otra parte del escrito, sostiene que en este escenario los medios de comunicación hegemónicos juegan un papel crucial en esta danza de aparentes esperanzas. «Abordan la inflación como si se tratase de un partido de fútbol en el que el Gobierno debe anotar goles y no permitir que el rival, en este caso, el incremento del costo de vida, se anote puntos». Sin embargo, mientras estas “competencias” se desarrollan en la pantalla y los debates, en la vida real, el consumo popular continúa cayendo. Las familias luchan por estirar salarios que no alcanzan, buscando formas de sobrevivir en un contexto donde el peso se devalúa frente al dólar, lo que hace que cada día sea una lucha titánica para llenar la canasta básica.
En este marco, el Gobierno ha optado por abordar la cuestión salarial a través de las paritarias, estableciendo aumentos que frecuentemente quedan por debajo de la inflación mensual. Resulta alarmante cómo los aumentos por parte de ANSES a los jubilados son insuficientes para cubrir el desborde inflacionario, un hecho que contrasta con las afirmaciones optimistas que lanzaba Mariano de los Heros, antes de ser expulsado de este organismo. «El congelamiento del bono complementario desde marzo del año pasado solo acentúa el sufrimiento de los más vulnerables, esos que dependen de esos ingresos para cubrir necesidades básicas».
Para comprender mejor hacia quiénes está orientada la política, basta mirar a las figuras que rodean al presidente Javier Milei. El secretario de trabajo, Julio Cordero, quien proviene de las filas del Grupo Techint, se ha mostrado categórico en su oposición a la reducción de la jornada laboral. Su argumento, insólito en un contexto donde el bienestar de los trabajadores debería ser la prioridad, indica que los empleados no sabrían cómo llenar ese tiempo libre. Una frase que revela el abismo que separa a los reguladores de la vida real de la clase trabajadora. En contraste, los patrones son adictos al tiempo: ellos sí pueden disponer de extensas jornadas laborales para sobrevivir a la presión del mercado.
Por otro lado, emerge el empresario Gonzalo Tanoira, quien hace una propuesta que suena ridícula e injusta: bajar los salarios para que los precios también disminuyan. En su desconexión de la realidad, parece olvidar que para millones de jubilados y jóvenes trabajadores, una merma en los ingresos conllevaría una calidad de vida cada vez más precaria. La historia nos ha enseñado que los sacrificios siempre se han demandado de los más vulnerables.
Lo que se puede observar en este contexto es que las recetas de los que aplican el ajuste no son nuevas; son viejas conocidas en la tradición neoliberal del país. Con un discurso marcado por la entrega del patrimonio común y la soberanía, y un modelo de país que se nutre de lealtades hacia el poder económico nacional e internacional, los responsables de las decisiones no titubean en su insistencia: salarios miserables, recortes en los haberes jubilatorios, desregulación de la economía y represión de cualquier voz disidente que se atreva a cuestionar este orden establecido.
Ante este panorama desolador, no basta con lamentarse. La historia ha demostrado que la lucha activa es el camino. Las utopías se construyen con la voz y la acción de los pueblos, quienes, a pesar del desánimo y la injusticia, siguen buscando la manera de hacer frente a un sistema que, de manera sistemática, oprime y empobrece. El desafío ahora reside en articular esas luchas, fomentar una resistencia efectiva y construir un relato alternativo que no solo cuestione las políticas vigentes, sino que proponga alternativas concretas para salir de esta espiral de crisis.