por Nahir del Buey
En diciembre de 2000, la Asamblea General de la ONU instituyó el 18 de diciembre como el Día Internacional del Migrante. Ese mismo día, en 1990, la Asamblea había adoptado la Convención Internacional sobre la protección de los derechos de todos los trabajadores migratorios y de sus familiares.
En América Latina y el Caribe las migraciones se han vuelto un fenómeno no lineal, donde las personas migran más de una vez, producto de los efectos socioeconómicos provocados por la pandemia de Covid-19, el difícil proceso de inclusión social en sus países de acogida y las políticas regulatorias implementadas en los últimos años, señalaron distintos organismos de asistencia humanitaria.
«La pandemia exacerbó las vulnerabilidades que tenían las poblaciones con más escasez, entre ellas están los migrantes. Además, en la mayoría de los países de la región, que hasta hace unos años fueron receptores de migrantes de países como Venezuela, Cuba y Haití, no ha ocurrido una integración efectiva de los mismos», detalló Laura Ome Velásquez, analista regional de asuntos humanitarios de Médicos Sin Fronteras (MSF).
Debido a esto, «en los últimos años se han incrementado tanto los flujos migratorios de retorno a sus países de origen, como también una fuerte corriente hacia otros países, especialmente Estados Unidos», indicó.
Otra coyuntura que también genera el desplazamiento no lineal son las diferentes situaciones sociales, económicas y políticas que atraviesan los diferentes países de la región.
«Existen países en los que años atrás los migrantes podrían encontrar buenas oportunidades económicas, pero que hoy en día la situación es distinta. En ese sentido, esto también podría generar que una persona decida volver a migrar», mencionó Velásquez, en el marco del Día Internacional del Migrante, que se celebra este lunes.
En la misma línea, José Félix Rodríguez, coordinador de Migración para América de la Federación Internacional de Sociedades de la Cruz Roja y la Media Luna Roja, agregó que había personas que habían migrado a países de Sudamérica para instalarse definitivamente en ellos, pero «se han topado con un creciente sentimiento anti-migración, barreras sociales y burocráticas que les hacen vivir con miedo y les han impedido encontrar trabajos estables, tener acceso a la educación y a los servicios sanitarios».
«Este podría ser el caso de la población haitiana en Brasil y Chile o de los venezolanos en Ecuador o Perú, por ejemplo», indicó.
En tanto, el hecho que empuja a las personas a utilizar rutas que ponen en peligro su vida es el creciente número de países que exigen visados para entrar en su territorio.
Esto puede explicar la creciente presencia de venezolanos o ecuatorianos desde la selva del Darién, en la zona que conecta Sudamérica con Centroamérica, entre Colombia y Panamá, hasta México, detalló Rodríguez.
A lo anterior se suman los «retornados», es decir, las personas que se mueven de norte a sur, porque fueron deportadas o sufrieron reveses en la ruta que les hicieron tomar la decisión de volver a su país de origen, precisó el integrante de la Cruz Roja.
Para ejemplificar, voceros del organismo recordaron la historia de Lilia. La mujer oriunda de Venezuela migró hacia Ecuador en busca de trabajo, pero luego volvió a su país natal a buscar a su hijo, emigró a Perú y más tarde se instaló en Chile. Allí no pudo matricular a su hijo en la escuela ni conseguir trabajo, entonces volvió por sus propios pasos hacia el norte, donde por la selva del Darién se dirigió rumbo a Estados Unidos.
A partir de este tipo de historias, los organismos humanitarios como MSF remarcan que en la actualidad la migración en la región va más allá de un simple desplazamiento lineal desde un país de origen hasta un nuevo destino y se ha convertido en un fenómeno multidireccional que puede implicar movimientos recurrentes entre distintos lugares.
«Teniendo en cuenta que la migración en la región está creciendo, se podría decir que este fenómeno también está ascendiendo», sostuvo Velásquez.
Según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), las estimaciones actuales indican que hay 281 millones de migrantes internacionales en todo el mundo, una cifra equivalente al 3,6% de la población mundial, con una escala en aumento en comparación con el 2,8% en 2000 y el 2,3% en 1980.
Además, de acuerdo a un relevamiento conjunto entre la Organización de los Estados Americanos (OEA), la OIM, la Agencia de la ONU para los Refugiados (Acnur), la Fundación Panamericana para el Desarrollo (PADF) y la Iniciativa Latinoamericana por los Datos Abiertos (ILDA), en las Américas se estima que hay 73,5 millones de migrantes internacionales, incluidos 58,7 millones en Norteamérica y 12,5 millones en América Latina y el Caribe.
Para dichos organismos, los procesos migratorios que se destacan en la actualidad son la emigración masiva de personas venezolanas hacia países del continente; la migración centroamericana hacia México y Estados Unidos, incluyendo las llamadas «caravanas»; la histórica migración de nicaragüenses a Costa Rica; la migración de personas provenientes de Bolivia, Paraguay y Perú a Argentina y Chile; la migración de personas cubanas y haitianas hacia -y a través de- múltiples países de la región; y los desplazamientos forzados de personas colombianas tanto interna como externamente.
En tanto, los inmigrantes transcontinentales provienen de África y de Medio Oriente.
En este sentido, para Rodríguez, lo que muestra este flujo migratorio tan mixto es que en la región conviven distintos tipos de personas migrantes, cada uno con necesidades específicas, pero expuestos a los mismos riesgos: falta de agua y alimento, accidentes, robos, agresiones, violencia sexual, trata y tráfico de personas, xenofobia, discriminación, climas hostiles, limitado acceso a servicios esenciales y dificultades para integrarse en sus países de acogida.
Por ello, remarcó que «la prestación de ayuda humanitaria a lo largo de la ruta migratoria es y seguirá siendo urgente en los próximos meses y probablemente años. Abordar las causas profundas de la migración es obligatorio, pero probablemente no reduzca el número de personas en movimiento a corto plazo».
Y consideró, en coherencia con los tratados en materia de derechos humanos, con el Pacto Global la Migración y el Pacto Global para los refugiados, de vital importancia desarrollar marcos jurídicos que garanticen el acceso de las personas migrantes a comida, alojamiento y atención sanitaria, servicios de justicia, apoyo psicosocial, restablecimiento del contacto con sus familiares y de información sobre los derechos y procesos de regularización en los países de acogida.
Fuente: Télam