La escuela Mundo Nuevo del barrio porteño de Villa Crespo es la única que funciona íntegramente como una cooperativa de trabajo desde hace 40 años, en donde todos los alumnos comparten sus materiales, no recibe subsidio de ningún tipo y las decisiones o los conflictos se debaten en asambleas.
El proyecto educativo es el mismo que propone un grupo de padres del colegio Guido Spano, que cerró sus puertas la semana pasada dejando a los alumnos sin escolaridad, para lograr la continuidad sin tener que derivar a sus hijos a otros establecimientos.
«Estamos considerados por la Ciudad de Buenos Aires como una escuela de gestión privada, pero no recibimos ningún subsidio, somos una cooperativa de trabajo desde hace 40 años, guiados por valores como la solidaridad y la plena participación de alumnos y padres», sostiene Serena Colombo, directora de la escuela.
La docente aseguró que «en tiempos en que muchas escuelas privadas se ofrecen para absorber a los alumnos del Guido Spano, nosotros le queremos explicar a los padres y docentes cómo funciona nuestra sistema que logra que los alumnos eleven su aprendizaje y participen plenamente de la vida de la escuela».
Colombo destacó que la escuela «se fundó en 1972 como una cooperativa de trabajo en la que un grupo de padres y docentes que buscaban otra cosa para la educación de sus hijos se plantearon que en vez de buscar la escuela que los satisfaga, podían crear un colegio tal como querían que fuera».
Tras sortear un período de crisis en los `90 «donde la palabra cooperativismo era mal vista», la escuela hoy tiene 300 alumnos en niveles inicial y primaria y un plantel de 70 docentes que son remunerados de acuerdo a un puntaje que se aplica por hora cátedra enseñada.
«Acá los chicos no tienen cartuchera, todos comparten los útiles de todos y se sientan en mesas de cuatro o cinco personas, mientras que los docentes hacen evaluaciones pero no están pendientes de la nota para aprobarlos», destacó la directora.
Colombo explicó que «todos los conflictos se debaten en asambleas desde los temas más importantes, como el reparto del dinero excedente, hasta los más simples que pueden generarse por ejemplo por algún juego en un recreo».
«Los chicos traen un problema y les preguntamos cómo lo resolverían, no queremos darle todo hecho, fomentamos el pensamiento crítico y la participación constante», aseveró.
El mismo principio se aplica con los contenidos curriculares, ya que «la idea es que los chicos puedan argumentar, hacer preguntas y apropiarse de los contenidos».
Para Colombo, lo que sucedió en el Guido Spano «es la antítesis de lo que pregonamos: es el prototipo de escuela capitalista, y quizás lo que pasó sea una linda oportunidad para encontrarse en el trabajo desde la solidaridad».
Por su parte, Natalio Pochak, padre de uno de los chicos que asiste a Mundo Nuevo, dijo que «en la gente hay mucho prejuicio respecto a lo que implica ser cooperativa» pero «para nosotros es una ventaja, ya que si bien hay una cuota para pagar, es una institución sin fines de lucro, por lo que todo lo que se genera como excedente, se reparte de manera equitativa».
«Muchas decisiones de convivencia y de estrategia de aprendizaje se toman a través de la votación y el debate con intervención de los propios chicos», dijo el padre, quien reivindicó el cooperativismo como proyecto pedagógico.