Barracas, Almagro, Boedo, Villa Crespo, Palermo, Caballito, Paternal, Villa del Parque, Devoto, Liniers, Mataderos, Soldati y Villa Luro, Mataderos, Villa Santa Rita, son los barrios de que desde hace 11 días padecen cortes de luz en una ciudad con temperaturas que rozan los 40 grados centígrados. Desde las empresas distribuidoras de energía no hay explicaciones: no atienden los teléfonos y las oficinas comerciales se encuentras valladas y, en algunos casos, custodiada por efectivos de Gendarmería.
Las autoridades nacionales tampoco dan respuesta a los reclamos de los vecinos que debieron pasar la Nochebuena y el día de Navidad, sin luz y agua. La ola de calor que se vive gran parte del país multiplicó las interrupciones del servicio de energía eléctrica en varias zonas del área metropolitana y en el conurbano bonaerense. Las estadísticas no son nada alentadoras para las esperanzas de los usuarios afectados por las fallas en el suministro del servicio eléctrico: un informe de las propias distribuidoras de energía reveló que los cortes de luz crecieron un 25% en cinco años y se duplicó la cantidad de horas sin servicio. Con lo que no se preve a corto plazo una solución definitiva.
“La energía se corta intermitentemente y cada vez que vuelve la tensión es más baja, de manera que no se pueden usar los aparatos de refrigeración”, comenta Isabel de Villa Luro y agrega “existe el rumor que estas empresas serán estatizadas nuevamente ¡Por favor que hagan algo, porque así no podemos vivir!”, exclama. Los cortes de luz, la comida en mal estado y obviamente el intenso calor, provocó que vecinos de los barrios afectados salieran a protestar a la calle con el fin de que alguien les dé una respuesta y se restablezca un servicio por el que pagan mensualmente. Esta mañana, en Villa Lugano, grupos de personas impedían la circulación en la Autopista Dellepiane: la interrupción afectaba a ambos manos de circulación y se enmarcaba en las manifestaciones en la vía pública que se sucedieron en varias zonas de Capital y el Conurbano.
Este escenario provocó que el diputado porteño Marcelo Ramal (PO) propusiera declarar la «emergencia eléctrica» en la Capital Federal y pidiera una sesión especial para crear un comité de crisis; el proyecto dispondría cortes preventivos a grandes consumidores «no imprescindibles».
En tanto desde Gobierno Nacional, el Jefe de Gabinete Jorge Capitanich, minimizó el problema diciendo que se trata de una coyuntural provocada por la ola de calor que llevó al record de 23.433 MV de consumo. En tanto que culpó a las distribuidoras de energía eléctrica (Edenor, Edesur y Edelap) por el hecho, y anunció que están previstas sanciones que el Ente Regulador de la Electricidad deberá analizar. También, cuestionó el derroche de energía que hacen los ciudadanos con el uso excesivo de los aires acondicionados. Para comprobar esta aseveración basta dirigirse a cualquier oficina pública.
Pero a pesar de las justificaciones que intenta dar el gobierno, sigue esquivando aceptar que el sistema energético pasa por una crisis que empeora cada año y que pronto adoptará matices de terminal. No es que la ola de calor sea la causa del colapso de energía, sino que los problemas son de carácter permanentes y este episodio sólo muestra lo endeble que se encuentra el sistema. El problema es principalmente político. Como pasa con la mayoría de los sectores estratégicos, es la concepción política de esos recursos la que determina el manejo de los mismos. Por lo tanto las posibles soluciones que se esgrimen sin tocar la cuestión de fondo son parches para pasar el momento.
Como se sabe, las empresas que distribuyen la energía eléctrica fueron privatizadas en los 90 produciendo un proceso de transición de renta hacia el sector privado en un contexto de sobrevaluación del peso, generando grandes ganancias a las empresas licenciatarias. Con la caída de la convertibilidad el objetivo siguió en mantener el margen de ganancias. El problema fue que con la suba de los precios por la inflación, el Gobierno no quiso pagar el costo político de aumentar las tarifas de luz domiciliarias. Y como en otros casos (como el sistema ferroviario), se comenzó con un sistema de subsidios que aumentaban año a año. Al no aumentar las tarifas y al elevarse los costos en la producción de energía, el subsidio pasó a ser la ganancia de las empresas que manejan la distribución y no se realizaron ni siquiera las inversiones necesarias de mantenimiento.
A partir del año 2003, el consumo de energía eléctrica fue en aumento. Lo que, sumado con la situación antes descripta, fue mostrando los límites de un sistema eléctrico pensado sólo para generar ganancias a las empresas privadas del sector.
Es cierto que en la última década se ha aumentado la producción en 10000 MV. Pero la mayor parte de toda la potencia incorporada aumenta la dependencia del gas y los combustibles líquidos. Esto se relaciona con la creciente crisis en los hidrocarburos que llevó a un incremento de la importación de alrededor de 13000 millones de dólares anuales, de los cuales 7383 millones de dólares fueron destinados en 2012 para las usinas eléctricas. En los últimos años se ha puesto en marcha el programa de expansión de energías renovables, se han llevado adelante varios proyectos y hay muchos otros en planificación, pero su contribución a la oferta global es todavía poco relevante. Por lo que la producción de energía es de un alto costo y se mantiene por subsidios.
Aunque como vemos, los problemas abarcan a todo el sistema, el sector más comprometido es el de la distribución. La capacidad instalada actualmente en todo el parque de generación con sus distintas fuentes es cerca de los 31.000 MV de potencia de los cuales, pueden utilizarse alrededor de 24.000 MV en términos de potencia disponible para abastecer la demanda creciente. Es decir que la capacidad de distribución es muy inferior a la de producción.
Se han acumulado diversas problemáticas que van desde falta de inversión en nuevas subestaciones, falta de repuestos esenciales, cuadrillas de equipos en calle que en buena medida son personal tercerizado, deficiencias en el mantenimiento de las redes y cables y problemas con las tensiones del suministro eléctrico. Pero, como hemos mencionado a lo largo de esta editorial, estos problemas emanan de la crisis estructural que genera continuar con una concepción política privatista y de mercado de un servicio que debería ser garantizado por el Estado.
La reestructuración del sistema energético es un tema trascendental que continúa pendiente. El sistema heredado del neoliberalismo está colapsando por sus mismas contradicciones innatas. El Gobierno podrá pedir préstamos para continuar manteniendo las ganancias de los sectores privados, pero este sistema, en este contexto, está destinado al fracaso. Por lo que antes o después deberán realizarse cambios de fondo.
Fuente: Alegre Rebeldía