En la víspera del Día Mundial de la Persona con Síndrome de Down, tres jóvenes con esa condición coincidieron en que «la sociedad aún no sabe bien qué es» esta alteración genética » y, en vez de informarse, discrimina». Eso «nos duele y nos hace mal», afirman.
La gente no sabe, por ejemplo, que hoy los especialistas acuerdan en decir que el síndrome de Down no es una enfermedad sino una condición derivada de una alteración genética de nacimiento, y que las personas que tienen un cromosoma más en el par 21 pueden hacer casi todas las mismas cosas que el resto, sólo que con apoyos adicionales y otros tiempos.
En una charla abierta, Mercedes Sciutti (21), Dominique Kantor (26) y Melina Quereilhac (27), recordaron su paso por las escuelas comunes, hablaron de sus proyectos y de las cosas que las hacen felices pero también de la persistente discriminación que impide que muchos de sus pares sean integrados -como ellas lo fueron- a las aulas tradicionales o puedan conseguir trabajo, dos pasos indispensables en la búsqueda de una vida autónoma.
Dominique pudo terminar la secundaria en una escuela común, pero tiene claro que «no es justo» que muchos colegios tradicionales sigan negándose a reconocerles su derecho a una educación inclusiva. Ese será mañana el principal reclamo en el acto organizado por la Asociación Síndrome de Down de Argentina (Asdra) en Plaza Italia.
«Yo tuve maestra integradora que me ayudaba, porque solos no podemos aprender, siempre necesitamos a alguien. Pero si hay una maestra de apoyo todos los chicos con discapacidad pueden estudiar en un colegio común; si no parece una discriminación y no es justo para nosotros», dice.
Diferente es el caso de Melina, que si bien cumplió con todos los requisitos para hacerse con el título en 2005, recién ayer recibió la confirmación, vía judicial, de que podrá tener por fin el ansiado documento, el cual le fue negado durante todo este tiempo, en lo que Asdra consideró «un claro caso de discriminación».
«Yo hice la escuela en el IMEP (Instituto Modelo de Enseñanza Privada). A mis compañeros les dieron el título y a mí no. Entonces yo lo llamé a mi amigo Diego (Agüero), que es abogado y él me consiguió el título en la Justicia… Me emociono… Estoy feliz», relata Melina.
Mercedes -Mequi, para los amigos-, terminó sin problemas el secundario, pero ahora no puede conseguir empleo. «Por ahora no trabajo, estoy buscando, pero pesa un poco. Hasta el año pasado trabajé en una librería. Ahora tengo un emprendimiento, uno nada más. Hago almohadones, los pinto a mano algunos, los coso, todo yo”, dice y lamenta haber olvidado la tarjeta con la que promociona la página de Facebook donde los vende.
Las tres chicas integran el grupo «Jóvenes valientes» en Asdra y tienen múltiples ocupaciones. Si algo tienen en común, es que no les gusta quedarse sin hacer nada.
Dominique en mayo cumplirá un año en una librería de la avenida Corrientes, donde realiza tareas administrativas, terminó varios cursos y ahora quiere usar las noches para estudiar «matemática, auxiliar de maestra de apoyo y lenguaje de señas. No será un sacrificio, es un placer para mí», afirma.
«En la librería estoy contenta porque es como una gran familia, y como es a media cuadra de mi casa como con mi familia y todo. Ahora no estoy con la computadora, sino con cosas más manuales, pero no sé cuándo, si más adelante o ahora, me pondrán con la computadora, con el teléfono, con proveedores», dice.
La joven confiesa que la pone feliz tener su propia plata. «Pero no gasto ni un peso», comenta, y todo lo ahorrado ya tiene destino: «primero quiero terminar de decorar mi pieza y ponerme un consultorio de masajes, porque yo me recibí de masajista mientras hacía el secundario», relata. Y si Melina es la que se siente más cómoda frente a las cámaras, esto tiene una explicación: la joven forma parte del equipo que hace el programa «Desde la Vida», que emite Canal 7 con la conducción de Fena Della Maggiora y gira sobre temas de discapacidad.
«Mi programa lo pasan a las 10.30 del sábado y los lunes tengo que ir a grabación. Mi papá me va a buscar a la una a mi trabajo, comemos algo y me lleva al canal», cuenta. Pero tampoco es su única ocupación: además de trabajar en una escuela de azafatas como asistente de la secretaría, pinta y vende cajas de madera.
Por ahora ninguna de las tres jóvenes tiene pareja, pero Dominique confiesa: «ya tuve bastantes novios y me fue muy bien, pero no tengo tiempo»; Melina está en proceso de terminar de resolver una relación con un chico -«que me rompió el corazón», dice- y Mequi, en tanto, nunca tuvo novio. «Pero me gustaría tener», confiesa.
Las tres estarán mañana en el acto masivo que Asdra realizará a las 18 en Plaza Italia, donde un grupo de personas con Síndrome de Down reclamará que las escuelas comunes les abran sus puertas y a la sociedad en general que no los discrimine.
«En la calle es donde más se ve: nos ven mal, no nos ven o hablan por lo bajo y estas cosas nos duelen y nos hacen mal. Una vez en un comercio de ropa me dijeron que estaba prohibida la entrada a personas con discapacidad. Nuestro sueño es que la gente no nos discrimine más a ninguno de nosotros», plantea Dominique.
Fuente: Télam