por Mercedes Ezquiaga
La artista libanesa de origen palestino, Mona Hatoum, presenta por primera vez en Argentina una exposición de sus instalaciones, videos, fotografías, esculturas y objetos cotidianos, elementos de la cotidianeidad que se transforman en amenazantes y hostiles, en un repaso de su trayectoria desde los 80 hasta la actualidad, en Fundación Proa.
Jabones que podrían disolverse, sobre los que se inscriben las fronteras calientes de Medio Oriente, lámparas de techo que que giran y proyectan sobre las paredes sus formas -que uno adivinaría lúdicas-, pero que muestran soldados apuntando sus armas, elementos de cocina que forman una extraña y larga escultura que pueden dar una verdadera descarga eléctrica a quien le toque…el imaginario de Hatoum perturba.
Resulta imposible pensar que la vida íntima de Mona -una de las artistas más destacadas de la escena artística contemporánea- no impregne sus trabajos: nacida en Beirut en 1952, en el seno de una familia palestina, de joven la artista viajó a Londres por unas breves vacaciones cuando estalló la guerra civil en el Líbano, cerraron el aeropuerto durante nueve meses, y se vio imposibilitada de regresar a su hogar, una historia de desarraigo que curiosamente guarda similitudes con la de sus padres.
El padre de Mona es oriundo de Nazaret y la madre, de Acre. En 1948, los combates se iban acercando a la ciudad costera de Haifa, donde ellos vivían, entonces decidieron escaparse al Líbano, donde solían pasar las vacaciones y ya nunca pudieron regresar a su país.
En su largo derrotero, Hatoum fue finalista del prestigioso premio Turner, realizó exposiciones deslumbrantes en la Bienal de Venecia y en la feria Documenta de Kassel, Alemania y se prepara para exhibir su más reciente obra en el Pompidou de París y la Tate Londres.
Así, la muestra que acaba de abrir en Proa recibe al espectador con la inmensa pieza “Cubo (9 x 9 x 9)” casi dos metros de alto por dos de ancho, una grilla que se percibe como una barrera o una jaula, obra que alude al confinamiento, el control y la vigilancia; y finalmente, a la arquitectura de una prisión.
Junto a esta pieza, al fondo de la sala, y casi imperceptible, sobre el piso, se ubica la instalación “A Bigger Splash”, algo así como “una salpicadura más grande”, realizada con vidrio de Murano de Venecia, cuenta la propia artista a Télam, durante una recorrida, sobre estas gotas de vidrio rojo que salpican, “como gotas de sangre”.
Para Hatoum, los significados de cada obra pueden ser múltiples, contradictorios y estar abiertos a distintas interpretaciones «Cada obra significa lo que uno quiera que signifique, depende de la propia experiencia, del propio background», asegura sobre estos trabajos que se vuelven, a un mismo tiempo, familiares y extraños, que se cuelan por los pliegos de la cotidianeidad de una manera amenazante y peligrosa.
“Muchos son objetos encontrados en la basura o en mercados de usados”, explica Hatoum (1952) cuando pasa frente a la obra “Electrificado” que une en una suerte de soga que cuelga desde lo alto distintos utensilios de cocina, muebles, sillas, cables eléctricos y una lamparilla, atravesados por electricidad de bajo voltaje.
“En mi cabeza, este lugar es como el escenario de alguien tirando los objetos por la ventana, estos objetos simples, que cuelgan como un hilo, y se vuelven peligrosos. Es un experimento que hice por primera vez de muy joven, en la universidad, una pieza similar pero a menor escala con electricidad. Pero los docentes no me dejaron exponerla porque alguien se podía electrocutar”.
Con la curaduría de Chiara Bertola, la muestra se titula “Sobre mi cadáver” (Over my dead body) y recorre un arco temporal de obras que van de 1985 a la actualidad, como una de las más recientes “Soñando juntos” (2014) que reúne los bordados de 33 mujeres sobre fundas de almohadas, colgados de sogas, con broches de ropa, realizado por la ACTC (Asociación de ayuda a niños y adolescentes cardíacos y trasplantados del corazón), producto de una estadía de cinco semanas de la artista en San Pablo.
La ACTC proporciona alojamiento cerca del hospital a madres de bajos recursos de todos los lugares de Brasil que llegan a San Pablo para que sus hijos reciban tratamiento y como parte de esa tarea solidaria, reciben clases de bordado que las ayudan a mantenerse ocupadas y a ganar algo de dinero. Hatoum les pidió a esas mujeres que le contaran sus anhelos y sus sueños.
«La experiencia de enfrentarse con la obra de Hatoum siempre es doble: antes de descubrir la crudeza de la verdad, casi siempre hay primero un momento de cálida bienvenida, una dimensión familiar y tranquilizadora que nos atrae o nos arranca una sonrisa», escribe la curadora Chiara Bertola.
Organizada por Arte Marca, la Pinacoteca Estado de São Paulo y Fundación Proa, la muestra permanecerá hasta el 14 de junio en avenida Pedro de Mendoza 1929, La Boca, de martes a domingos de 11 a 19.
En paralelo a la muestra de Mona Hatourm, el espacio contemporáneo de Proa presenta “Expediciones a Puerto Piojo” del colectivo de artistas Oficina Proyectista, que consiste en rescatar de la memoria un espacio hoy abandonado que fue balneario de verano y también, a través de una intervención site-specific a modo de tubería monumental, traer agua del Riachuelo hacia el interior del edificio de La Boca.
Fuente: Télam