Este 29 de Marzo “La Legislatura porteña va a tratar sobre tablas la renovación de la ley que protege al patrimonio arquitectónico porteño”
«…. lo que despierta tanta inquietud como esperanza. Esta ley es la única que mal que mal protege el patrimonio, sosteniendo el sistema especial para demoler edificios anteriores a 1941. Como se recuerda, el macrismo tuvo un feo tiro por la culata a fin de año cuando sus integrantes en la comisión de Planeamiento dejaron el despacho sin firmar, con lo que no se pudo tratar su renovación. La idea era que no hubiese ley de patrimonio al menos por el verano, con lo que la industria favorita del PRO podría demoler en paz. Pero la Justicia aceptó un amparo que mantuvo el sistema en funcionamiento “hasta que la Legislatura se pronuncie”.
Eso es lo que ocurrirá el 29, y lo de sobre tablas significa que se vota a libro cerrado, sin debate. Esta peculiar manera despertó sospechas fortísimas de que Cristian Ritondo –que organizó la movida en diciembre y hasta violentó a su colega de bancada Patricio Distefano, que sí había firmado, para que retirara la firma– se traía algo en la manga para la sesión que él efectivamente preside. Una nota de tranquilidad la aportó el comunicado del CPAU, el colegio profesional de arquitectos y urbanismos que efectivamente funciona como un lobby de la piqueta libre.
El CPAU vuelve a oponerse a que se renueve la 3056 y lo hace, con picardía, desde el más noble perfeccionismo. Para la entidad, la 3056 genera una “incierta situación” porque es “aleatoria”, “de complicada administración” y “morosa”. Con acierto, el Consejo señala que como no hay una normativa sobre qué densidad tiene que tener la ciudad, qué zonas deben renovarse y cuáles preservarse, y el gobierno porteño se niega terminantemente a cumplir la ley y hacer un catálogo, el sistema es una serie de parches. Todo esto es cierto, pero la solución no es destruir la única herramienta de preservación hasta que se atiendan los temas de fondo. La mala fe de este argumento es evidente y sólo es explicable por el fastidio de las empresas especulativas hacia los límites, débiles como son, que les impone la pobre 3056.»