por Héctor Puyo
«Rat (farsa trágica)», escrita y dirigida por Juan Mako, participó en la reciente Bienal de Arte Joven porteña, abarca reconocidos tópicos etarios e introduce algún elemento de fábula con los roedores del título, en Hasta Trilce, Maza 177, los lunes a las 21.
La acción ya está comenzada cuando entra el espectador: un director y un asistente tratan de organizar un escenario devastado para el montaje de un espectáculo propio, mientras un actor engreído trata de memorizar un monólogo.
Con una impronta absolutamente verista, Mako ofrece situaciones que no dejan de tener gracia con las idas y venidas de sus personajes, cuyas palabras a veces son tapadas por una música grabada, y se mueve con una libertad de acciones más cercana a lo imprevisto que a la ficción.
Hay discusiones por cuestiones mínimas y no tanto, repeticiones con variantes en el monólogo -el actor amanerado y con peluca tiene un papel muy atractivo- y notorios apuntes sobre la tozudez de quienes intentan el teatro marginal sin otras armas que ésa.
Hasta allí, «Rat» es una de esas obras en las que parece que no pasara nada, cuya no-acción se basa en la repetición de actos mecánicos, preparatorios de algo que va a suceder después -la obra a montar-, casi con un tono de perpetua improvisación.
Más que farsa en el sentido tradicional, ése que exacerba las formas de actuación y en el que la metáfora ocupa la intensión final, lo que aquí se aprecia es un acercamiento a la fábula, porque justamente la aparición de una rata (actuada por Melisa Otranto) da lugar a una disputa por el territorio teatral, el escénico propiamente dicho y el simbólico.
La pieza recurre a formas de expresión popular de consumo entre los jóvenes como la historieta o el cine de terror previo a los efectos digitales, peca o se solaza en un cierto candor incluso cuando discurre sobre la propiedad de las salas.
Además de Otranto, única mujer del elenco, también actúan Martín Bertani, Nicolás Deppetre, Tom Harris y Guido Losantos, pero la mala costumbre de no especificar los papeles -lo que antaño se llamaba reparto, bah- en el programa de mano impide identificarlos y opinar sobre cada uno.
En su presentación en la Bienal la obra tuvo curadores de renombre y Mako, quien pese a su juventud puede mostrar una abultada experiencia teatral y maestros importantes; y ello da lugar a citar con fruición a Angelo Badalamenti, músico de David Lynch cuyo apellido es el mismo del de su maestro Alfredo.
Hay un clima inquietante en los últimos tramos, con una tormenta que se anuncia con truenos y se prolonga en estallidos de luz, pero el largo epílogo se hace un tanto cargoso porque trata de explicar lo que la platea ya había entendido.