En los últimos meses, un tema ha dominado el debate en la ciudad de Buenos Aires: el tarifazo del 505% en el servicio de subte y sus devastadoras consecuencias. El aumento, propuesto por la concesionaria EMOVA, desencadenó un fenómeno inquietante: la caída de más del 25% en la cantidad de pasajeros. La situación no solo ha generado preocupación entre los usuarios, sino que también ha puesto en tela de juicio la viabilidad del sistema de transporte público en la metropolis más rica del país.
La fría realidad de los números
De acuerdo con las estadísticas del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, en junio de 2024 se registró una caída alarmante de 4.760.322 boletos pagados en comparación con el mismo mes del año anterior. Este número representa una disminución cercana al 25% del pasaje y un golpe severo para un servicio que ya estaba en una situación precaria. Al contrastar estos datos con los niveles previos a la pandemia, se observa que el subte opera actualmente con solo el 56% de la cantidad de pasajeros de 2019, lo que se traduce en una pérdida de más de 11 millones de pasajes pagos. Esta caída abrupta en el uso del Subte plantea un serio interrogante sobre el futuro del sistema de transporte de Buenos Aires.
Un servicio que debería ser una alternativa cómoda y accesible para el transporte urbano se ha convertido en una opción cada vez más excluyente. En un contexto de crisis económica, muchos ciudadanos se ven obligados a buscar formas alternativas de movilidad, que, a menudo son menos eficientes y más costosas, además de afectar la calidad de vida de miles de personas que dependen del subte para sus desplazamientos diarios.
Un tarifazo constante
El aumento tarifario propuesto, que llevó la tarifa de $143 a la exorbitante cifra de $650 (y potencialmente $757 en un futuro no muy lejano), ha desatado una intensa oposición y movilizaciones por parte de diversos sectores de la sociedad. Los defensores del tarifazo, que provienen de la empresa EMOVA y del Gobierno de la Ciudad, argumentan que es necesario para garantizar la sostenibilidad del servicio y su recaudación. Sin embargo, los datos demuestran que este enfoque es insostenible: la carga financiera adicional ha llevado a millones de personas a abandonar el uso del subte.
Un análisis por parte de AAETA indica que, de aplicarse el aumento completo, la caída en la cantidad de pasajeros podría ser aún más drástica. Esto plantea un dilema: si los ingresos por tarifas caen debido a la falta de usuarios, ¿realmente el aumento de tarifas logra su propósito, o está llevando al sistema al borde del colapso? Esta situación representa un círculo vicioso en el que elevar las tarifas resulta en menos pasajeros, lo que a su vez provoca una reducción en los ingresos necesarios para mantener e invertir en el servicio.
La resistencia en tiempos de crisis
El contexto político ha jugado un papel fundamental en este conflicto. En este sentido, la semana pasada el Gobierno de la Ciudad decidió suspender el último aumento programado para el presente mes de agosto. La incertidumbre sobre el futuro del servicio de Subte se ha vuelto palpable, y es aquí donde los ciudadanos se encuentran en una encrucijada. Esta suspensión, aunque un alivio temporal para muchos, no aborda las preocupaciones subyacentes relacionadas con la sostenibilidad y calidad del servicio.
El subte de Buenos Aires, que fue pionero en América Latina, ahora enfrenta un grave deterioro en su calidad de servicio. La falta de inversión, junto a un mantenimiento deficiente, ha resultado en trenes que frecuentemente fallan, retrasos recurrentes y una expansión del servicio que no ha podido seguir el ritmo del crecimiento demográfico de la ciudad. Mientras tanto, la propuesta de tarifa justa, que permitiría recuperar a los pasajeros perdidos, se sitúa en torno a los $367, un número que parece cada vez más desalentador para aquellos que se ven forzados a elegir entre la economía y la eficacia del transporte.
Un futuro incierto
La pregunta que muchos se hacen es: ¿cuál es el futuro del subte en Buenos Aires? Con un alarmante descenso en la cantidad de pasajeros y un sistema que enfrenta problemas estructurales, es evidente que se necesitan reformas profundas y un enfoque más comprensivo hacia la movilidad urbana. Los usuarios del subte no solo son números; representan una comunidad que depende de este servicio para su vida diaria.
Es imperativo que exista compromiso claro para mejorar la infraestructura y el mantenimiento del servicio, garantizando así un transporte público accesible y de calidad que funcione como un eje central para el desarrollo sostenible de la ciudad. Sin embargo, el camino hacia la rehabilitación del subte parece complicado. La lucha por un sistema de transporte urbano eficiente y asequible es una batalla que se enfrenta no solo en las calles, sino también en los pasillos del poder y la administración pública.
En resumen, el tarifazo del 505% ha puesto de manifiesto las frágiles condiciones del sistema de subte de Buenos Aires. Ante el dramático descenso en la cantidad de pasajeros y la alarmante falta de inversión, es esencial que se inicie una conversación sincera sobre el futuro de este servicio vital. La situación actual no solo afecta a millones de usuarios, sino que también representa un desafío significativo para una ciudad que aspira a ser moderna y sostenible. El subte no debe ser una carga económica, sino una alternativa viable y asequible para todos los porteños.