* Por Claudia Román
Muchos de los temas que históricamente fueron tabú en la sociedad, en los últimos tiempos se abrieron paso poco a poco hasta convertirse en materia de debate cotidiano. Se focalizaron aspectos de la conformación del tejido social que eran, de forma más o menos consciente, ignorados, negados y hasta justificados. La violencia contra la mujer es una de las temáticas que sintetiza la urgencia de un cambio en la lógica de la sociedad occidental.
Para unificar criterios y parámetros, partimos de la definición de violencia contra la mujer que quedó establecida en la declaración realizada por la Asamblea General de las Naciones Unidas de 1993, donde se la describe como todo acto de violencia basado en el género que tiene como resultado posible o real un daño físico, sexual o psicológico. También se incluyen cualquier tipo de amenazas y la coerción o la prohibición arbitraria de la libertad.
Al mismo tiempo, cada país elabora, o no, sus propias políticas de estado destinadas a trabajar en la contención y erradicación de los abusos sustentados por la distinción de género. En el caso particular de Argentina y según nuestra legislación vigente, los actos de violencia pueden ser catalogados como tales ya sea que se produzcan en el terreno psicológico, sexual, económico y patrimonial como simbólico.
Hay que subrayar que cualquiera de las modalidades de violencia enumeradas pueden darse tanto en el ámbito privado (doméstico) como en la esfera pública (laboral y en la vida social en general) sin distinción.
Esta es la razón por la cual la Ley de Protección Integral para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra las Mujeres (Ley 26.485), sancionada el 11 de marzo de 2009, cuenta entre sus objetivos con la creación de un observatorio de la violencia contra las mujeres. El observatorio se desarrolla en el ámbito del Consejo Nacional de la Mujer y está consignado a la recolección, producción, registro y sistematización de datos y todo tipo de información que refiera de manera directa o indirecta a la violencia contra las mujeres.
La lucha por extirpar este tipo de violencia es una acción que se da a nivel mundial. Se puede decir que el fenómeno globalizador ha incursionado también en este aspecto tan invisibilizado, durante mucho tiempo, en la mayor parte de las culturas del mundo.
La cosificación de la mujer no nació con la frivolidad de programas televisivos, ni con el mundo del espectáculo. Una simple búsqueda laboral se puede convertir en una situación compleja de sobrellevar para una mujer. El acoso sexual en el ámbito laboral ha sido una de las principales denuncias en las últimas décadas.
Sin embargo, es la violencia intrahogar la que mantiene el primer puesto del podio. Las mujeres suelen entrar en círculos insanos de los cuales es improbable salir sin ayuda profesional externa. El número de denuncias por maltrato, en cualquiera de sus modalidades, aumenta día a día.
Lo que antes se escondía, quizá por evitar la vergüenza social, poco a poco comienza a darse a conocer. Cristalizar la problemática nos ayuda a cambiar la vieja lógica de culpabilizar a la víctima. Este es uno de los primeros principios a erradicar.
La muerte de cientos de mujeres a manos de sus parejas o ex parejas es un tema que ya se implantó en la agenda pública. La problemática de la violencia de género y el aumento de los femicidios ha trascendido las fronteras. Sajones y latinos, árabes y orientales, todos la sufren por igual.
La generación de marcos legales y sistemas de amparos para las víctimas son el primer paso que el Estado está dando en conjunto con instituciones civiles, para luego avanzar en la profundización de las sanciones, para cumplir con el fin último de erradicar uno de los males que nos aquejan históricamente.
(*) Periodista-Comunicación UBA