por Paula Arraigada*
Son casi las tres de la mañana y todavía sigo dando vueltas con el pecho agitado. Repaso los últimos años, las rabietas, las alegrías, la esperanza. Años en abrires y cerrares.
Realidad y sueño anhelado se mezclan con la fuerza. Tantos años de lucha que se estruja hasta el alma y hace que las ganas de dormir se escapen, se disipen, como la desesperanza.
Esto se construyo a base de una quimera. Que se encendía buscando respuestas a esos rostros curtidos por las necesidades. Porque si algo no nos quitaron a las travas en todo este tiempo fue el hambre y la sed de justicia, la urgencia de que esa tragedia se termine.
Y ayer en esa fría mañana de invierno, durante una pandemia que azota el mundo y a nuestra patria grande se amanece el futuro con un sol que se viste de trava. Un sol que saluda a las que vivieron esperando que llegara su caricia amorosa una mañana.
Cómo no llorar al imaginar en esos rostros la sonrisa que este presente feliz les depara, nos depara. Aquello negado ayer, hoy es ley y por lo tanto palabra y en consecuencia derecho.
Porque el Estado, una vez más, comienza a desandar sobre sus pasos y sobre aquellos que labraron la injusticia para construir ese otro que genere esperanzas.
Eso es el cupo: un canto a la esperanza de generar oportunidades para las que nunca la tuvieron, para esas las olvidadas que hoy más presentes que nunca son las que labrarán un futuro de grandeza en una patria solidaria.
Donde habitó la tristeza hoy reinará la confianza. Abrazadas a quienes hicieron de la lucha de otras las propia, esas que en el 2018 le arrancaron al feminismo hegemónico la potestad de la única palabra, hermanadas todas, las afro, originarias, migrantes, gordas, putas, lesbianas, campesinas, villeras, sordas, mudas, pobres, todas en la misma causa.
Por eso esta alborada les pertenece también a ellas. Hermanas que exigen y luchan porque se hagan ley sus demandas. Marea feminista y popular que todo lo puede. Intenso grito del hartazgo que va por todo. Sororas.
Si hay algo que nadie podrá negar, porque no lo permitirá la historia, es que llegamos hasta aquí por decisión política de un Gobierno que tiene conciencia. Que afirma que hay que empezar por las ultimas para llegar a todas. Llegamos hasta aquí por un pueblo que ya no admite este nivel de injusticia para las que solo desearon ser libres. Libres a pesar de que los de siempre se lo negaran.
Este es un paso más en el camino para lograr ese futuro que ya es inevitable para esta Argentina, ser una Patria justa, libre, feminista y soberana.
Y pensar en lo que viene, el reconocimiento histórico al genocidio que el Estado cometió con nuestras identidades, la violencia estructural que muchas sobrevivientes padecieron y hoy reclaman con justicia se repare.
Habrá que reconocer y reparar. Cuando sean la siete y media y empiece la jornada tendremos que pensar en lo que sigue para seguir conquistando los derechos que tanto tiempo nos negaron.
Y así, queridas mías, seguir en este largo camino hacia la Patria deseada.
¡Que viva la patria trava!
*Activista trans e integrante de los espacios La Nelly Omar y el Movimiento Trans Nadia Echazú.
Foto: Télam