jueves, noviembre 21

VIVIR CON EL ASBESTO EN EL CUERPO

por Agustina Ramos

Años de conducir trenes, reparar piezas de formaciones, limar, cortar y pulir dentro del subte porteño hicieron que Gustavo, Daniel, Horacio y Jorge estén entre los 86 trabajadores que presentaron enfermedades por estar expuestos al asbesto o amianto durante sus jornadas laborales, e incluso uno de ellos murió producto de un cáncer fulminante, por lo que hoy víctimas y familiares buscan que su testimonio «sirva para que no haya más enfermos» por esta sustancia.

Gustavo Villalba, de 51 años, trabajó 23 años en el subte y hace cinco se mudó a la localidad de La Reja, en el partido bonaerense de Moreno, para «cambiar el aire, en un lugar con mayor vegetación, y poder oxigenar toda la podredumbre aspirada durante tantos años».

Hasta el momento, 86 empleados del subte fueron afectados por el asbesto, de los cuales seis desarrollaron cáncer y dos fallecieron por esta enfermedad, a lo que se suma un trabajador jubilado que murió en 2020, aunque su muerte aún no fue reconocida por la Superintendencia de Riesgos del Trabajo como vinculada al amianto, informó la Asociación Gremial de Trabajadores del Subte y Premetro (AGTSyP).

Además, «una pasajera fue afectada y 2.150 trabajadores se encuentran bajo vigilancia médica», añadió el gremio.

Villalba ingresó a trabajar en la entonces empresa Metrovías (hoy Emova) en 1997 como boletero y en 2003 cambió de puesto para comenzar a estar en el sector de tráfico, primero como guarda y luego conductor de trenes en la línea B, tarea que mantuvo por casi 10 años.

Por la exposición al asbesto, fue notificado en marzo de 2020, recién comenzado el Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio (ASPO) por Covid-19, que presentaba asbestosis (fibrosis pulmonar).

«Como no me llamaban para darme la devolución, bajé el estudio y lo leí por mi cuenta. Lo leí a las 2 de la mañana y fue tremendo. Justo vi a un compañero del trabajo que estaba en línea todavía, entonces le mandé un mensaje: ‘¿Te puedo llamar? Me pasa esto’. Al otro día la médica me explicó todo», contó.

De aquel momento recordó: «Tuve pánico. Fue bastante movilizador. Había una calcificación en la pleura y cuando leí eso me asusté: pensé que me moría prácticamente».

Algo similar le ocurrió a Horacio Ortiz, quien trabajaba desde 1994 primero en el taller del subte bajo tierra de Once y luego en el de la estación Medalla Milagrosa, con «herrería, soldaduras, obras civiles, instalaciones fijas», relató.

A mediados de 2021 le informaron que tenía neumoconiosis por inhalación de asbesto, una enfermedad profesional que afecta los pulmones.

«A mí se me cayó el mundo abajo. Me había acompañado mi señora y se me derrumbó todo. No podía manejar. Psicológicamente me afectó un montón», dijo el hombre, quien desde ese momento no pudo volver a sus funciones laborales.

Ese año invitó a sus ex compañeros de trabajo a comer un asado en Marcos Paz, donde vive, y en ese momento se dio cuenta lo que significaba para él lo que le estaba ocurriendo, que lo mantenía lejos del trabajo.

«Cuando se fueron me puse a llorar tanto… hasta ahora se me caen las lágrimas. Porque son los compañeros de toda la vida. Vos pasás más tiempo con tus compañeros que con tu familia», recordó.

«Yo amo mi trabajo porque es lo que me dio de comer y me dio el bienestar siempre. Cumplí con él a rajatabla», dijo.

El secretario general de AGTSyP, Roberto Pianelli, advirtió que los más afectados por el asbesto «son los que trabajaban en talleres porque agarraban las piezas, las limpiaban con soplete, las pulían así como estaban, sin máscaras y estaban llenas de asbesto» y destacó que «el taller Rancagua donde se atendían a formaciones de la línea B es el que más afectados tiene».

Daniel Fernández, de 58 años, también es un veterano del subte que trabajó desde 2004 hasta febrero de 2023, cuando se jubiló luego de haber sido oficial general de mantenimiento de material rodante, que lo llevó a armar y desarmar piezas en el taller Rancagua, del barrio porteño de Chacarita.

«La empresa siempre negó la presencia de este material (asbesto). Después de una larga lucha la empresa y la ART nos mandaron al Hospital Británico y ahí después de varios estudios me diagnosticaron el cáncer en agosto de 2019», contó el hombre que en noviembre pasado le practicaron una operación por su enfermedad que lo tuvo 8 horas en el quirófano.

«La exposición al asbesto hizo que me sacaran medio pulmón y que me jubilaran a los 58 años», compartió Fernández, quien espera que su testimonio «sirva para que los compañeros y las compañeras se sigan haciendo estudios y no haya más enfermos por asbesto».

En 2018, diarios de España informaron que un trabajador del subte había fallecido por cáncer por exposición al asbesto en vagones del subte del mismo modelo (CAF 5000), comprados entre 2011 y 2012 por el entonces jefe de gobierno porteño Mauricio Macri al Metro de Madrid, que funcionaron en la línea B a partir de 2013.

La importación se hizo pese a que el asbesto se encuentra prohibido en la Argentina desde 2003 y está incluido en la categoría de residuo controlado del Convenio de Basilea sobre el Control de los Movimientos Transfronterizos de Desechos Peligrosos y su Eliminación, de 1992, que prohíbe el tráfico de residuos peligrosos entre países.

Esta prohibición se debe a que el asbesto es un mineral cancerígeno para los seres humanos y así lo reconoce la Agencia Internacional de Investigaciones sobre el Cáncer (IARC).

«Nos opusimos a seguir manejando esos trenes. Ellos lo negaban (la presencia de asbesto), se querían llevar los trenes y nosotros nos negamos porque era la eliminación de la prueba», contó a Télam Pianelli

Finalmente, en diciembre de 2018, la empresa Subterráneos de Buenos Aires Sociedad del Estado (Sbase) y Metrovías reconocieron la presencia de asbesto en piezas de esas formaciones.

En tanto, el presidente de Sbase, Eduardo de Montmollin, confirmó en octubre de 2019, en diálogo con CNN en español, que los manuales de información sobre estos vagones informaban que contenían asbesto: «Es cierto que hay documentación que dice eso pero no había manera de validar si eso era cierto», dijo.

Pero esa no fue la única vez que se importaron trenes con asbesto luego de la prohibición. En 2013, el gobierno porteño volvió a comprar trenes que contenían amianto, esta vez los modelo Nagoya 5000 de la década de 1980 a la empresa japonesa Marubeni, que funcionaron desde 2015 hasta 2019, cuando se conoció públicamente la presencia de amianto. Actualmente tres de esas formaciones fueron desasbetizadas, según informó Sbase.

El 21 de marzo de 2020, las y los trabajadores lamentaron el fallecimiento de Jorge Gabriel Pacci, de 56 años, a causa de un mesotelioma -un cáncer de pleura frecuentemente asociado a la exposición al asbesto- .

Pacci trabajaba desde 2014 en el taller Rancagua y, por su muerte, su esposa, Carolina Castellano, inició una causa penal en diciembre de 2021 que se encuentra bajo la órbita del Juzgado Criminal y Correccional 15, con intervención de la Fiscalía N° 41.

«Yo fui directamente contra la empresa, el presidente, no fui más arriba porque sabía que me la iban a dar vuelta. Tampoco quería que cayera en un juzgado de la Ciudad de Buenos Aires porque ahí el poder político tiene mucho peso y me lo iban a rebotar», dijo .

Sobre su esposo recordó que «era un hombre super sano» y que «nunca fumó». «Estuve 31 años casada con él y nunca lo vi enfermo. Hacía deporte, practicaba kung fu. El asbesto lo envenenó y en 9 meses falleció porque es un cáncer fulminante», lamentó.

«El repuesto más caro es el ser humano. Eso es lo que pasa para la empresa. Ellos quieren plata», concluyó el trabajador Ortiz.

Fuente / Foto: Télam

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